HOY HA ARRANCADO UNA COSTERA DEL BOCARTE MARCADA POR EL CORONAVIRUS, QUE SERVIRÁ “PARA CUBRIR GASTOS”

Tal y como informa hoy El Diario Montañés, la flota pesquera de Cantabria vuelve a la mar para iniciar la costera del bocarte que viene marcada por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Los barcos de cerco, que se vieron obligados a amarrar en puerto hace tres semanas para evitar la propagación, retomarán la actividad a primera hora con mayores medidas de seguridad a bordo, al igual que en las lonjas. En condiciones normales, la campaña de la anchoa es uno de los pilares principales para las arcas del sector. Este año los armadores no tienen «ninguna expectativa», reconoce el presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Cantabria y patrón mayor de Santoña, Miguel Fernández. «No esperamos nada. Simplemente no tener pérdidas y poder cubrir los gastos. Eso ya sería un logro», admite.

Las dos últimas costeras de bocarte arrojaron cifras récord. Completaron la cuota -27 millones de kilos para todo el Cantábrico- y el tamaño de los peces «fue muy bueno», explica Fernández. En cuanto a las capturas, la flota ha acordado rebajar el cupo a casi a la mitad. Ha pasado de 10.000 a 6.000 kilos diarios en las embarcaciones grandes, las de cerco; y de 8.000 a 4.400 kilos, en las pequeñas.

Se busca, sobre todo, «agilizar la actividad en la lonja y que no nos den las doce de la noche con las subastas». Otro de los motivos, según reconoce José Luis Bustillo, presidente de la Cofradía de Pescadores de Colindres, «es dar calidad a las conserveras». Su deseo -y el de sus colegas- es que al menos «las anchoas que entren sean de un tamaño grande».

El precio es otra de las grandes preocupaciones. Los pescadores creen que «no será alto», sobre todo si lo comparan con el del año pasado, en el que se pagó de media unos 2,8 euros por cada kilo. También tienen el antecedente de la reciente campaña del verdel. «En 2019 tuvo un precio medio de 1,35 euros el kilo y este apenas ha llegado a 75 céntimos». El motivo del desplome ha sido el vertiginoso descenso de la demanda al estar cerrada toda la hostelería por el estado de alarma y algunas fábricas de conservas. Las pocas que sí trabajaron no lo hicieron a pleno rendimiento. «Es complicado para las factorías funcionar con tanta gente y cumplir con las medidas de seguridad obligatorias, por eso se han visto obligadas a bajar al ritmo», explica Bustillo.

CAJA DE RESISTENCIA

El mayor trajín durante abril y mayo no lo marcarán las descargas sino el coronavirus. Hasta el momento, la flota cántabra no ha registrado ningún positivo. Si eso sucede, la flota del Cantábrico ha creado una caja de resistencia. «Cada barco deja un porcentaje de las ventas en un fondo común, por si alguien resulta infectado y la embarcación se ve obligada a no faenar y permanecer amarrada en cuarentena», explica Fernández. «Espero que eso nunca suceda, porque sería la ruina total», se lamenta Bustillo.

En la Cofradía de Pescadores Virgen del Puerto de Santoña se han adoptado todas las medidas posibles. Fernández reconoce que cumplir con la distancia de seguridad de dos metros en barcos de doce o más tripulantes «es muy complicado, por no decir imposible».

Lo que sí llevarán a rajatabla es la toma de temperatura a los tripulantes antes de embarcar, la limpieza de manos y la de los equipos de protección individual. «Cada barco se ha buscado la vida como ha podido. El ayuntamiento de Santoña y el de Argoños nos han proporcionado mascarillas de tela», cuenta Fernández. «Yo me he vuelto loco preguntando. Al final ha sido el consistorio de Colindres el que nos ha dado las de tela que han fabricado los vecinos», cuenta Bustillo.

Para garantizar la seguridad en las labores de descarga del pescado, la Cofradía de Santoña «se ha blindado» con unas normas de obligado cumplimiento, que son parecidas en todos los puertos cántabros -varían en función de la capacidad de acogida de las instalaciones-. «Nunca habrá más de nueve barcos a la vez y sólo podrán entrar en la lonja tres tripulantes por embarcación», explica Fernández. Antes de acceder al interior, recalca el patrón mayor de Santoña, «unos guardas se encargarán de tomarles la temperatura y todo el mundo estará identificado». Estos mismos controles se aplicarán también a los compradores que acudan a las subastas. «Entrará el mínimo de personas posibles y su estancia en la lonja será muy limitada», recalca.

Imagen de El Diario Montañés de un barco en Santoña preparándose ayer para la jornada de faena de hoy.